jueves, octubre 15, 2009

Soledad: Común

Jorge Alemán

Artículo publicado en La Vanguardia, Madrid


"Lo que habla sólo tiene que ver con la soledad......”
Seminario “Aún” Jacques Lacan


“Algo mucho más concreto que tenemos a nuestro alcance es lo que se llama subdesarrollo. Pero el subdesarrollo no es arcaico, se produce como todos saben, por la extensión del poderío capitalista. Diré incluso más, percibimos y percibiremos cada vez más que el subdesarrollo es precisamente la condición del progreso capitalista. Desde cierto ángulo, la Revolución de Octubre misma es una prueba de ello”
“De un discurso que no fuera del semblante”. Jacques Lacan.


I. Lacan no puede ser más contundente. Frente a lo que “no cesa de no escribirse” de la relación sexual, lo único que sí se escribe es la Soledad. Por ello, la propuesta de hablar sobre la Soledad del Analista me sitúa de inmediato en una encrucijada particular que trataré de describir a continuación, la describiré de tal forma que se pueda captar la tensión que gravita en esta coyuntura. Hace pocos días he publicado en Argentina un pequeño libro titulado "Para una izquierda lacaniana..." allí hago de entrada la salvedad de que no hay ningún punto de identificación que le dé consistencia a esa propuesta conjetural, conjetura deliberadamente expresada por los puntos suspensivos presentes en el título. No hay Escuela ni Institución ni Sujeto, ni siquiera Jorge Alemán que, en principio pueda pertenecer a algo que se llame “la izquierda lacaniana”. Sin embargo, trato de construir, siempre a través de la enseñanza de Lacan, una puntuación o una disponibilidad que, en este caso violente un tanto las posiciones teóricas habituales y que permita entonces pensar en los temas clásicos de la izquierda desde otro ángulo, a saber: lo Común, la Igualdad, incluso la Emancipación, desde la lógica de la "No relación". Desde los distintos No Hay establecidos por Lacan a través de su enseñanza, con los cuales intento mostrar que se puede Esos “No Hay” alterar radicalmente a las hipótesis de la izquierda, especialmente en la semántica que aún las domina.



II. No obstante debo considerar, ajustándome a la pendiente de la Soledad, una serie de problemas-preguntas que se imponen para describir de forma adecuada la tensión antes mencionada.

¿Cómo puede un psicoanalista lacaniano pretender hablar de lo Común o de la Igualdad o de la Emancipación, cuando ya debería saber que la Soledad irreductible es lo único que se escribe, que la labor de la pulsión de muerte pertenece por esencia a la Civilización, que la Política y el Discurso del Amo (que quiere que la cosa marche) mantienen una relación estructural, que los “domingos de las mañanas que cantan” albergan lo peor, que Freud y Lacan desplegaron cada uno a su manera los argumentos de la servidumbre voluntaria, que el edificio de la Tiranía se hace con el cemento de la Revolución, que la singularidad del Deseo es inconmensurable con el “para todos lo mismo”, que la Teoría no tiene que ser otra cosa que la elaboración de la propia práctica y que hacer otra cosa es estéril… que no hay Justicia distributiva, que la Revolución es el retorno de lo peor al mismo lugar, que el Sujeto es siempre feliz…



III. Sin embargo, he tomado en la coyuntura otra decisión, que la presentaré en forma muy abreviada del siguiente modo: precisamente he trasladado la temática de la Soledad y de la “no Relación” al campo de lo Común, para así poder sugerir, siempre conjeturalmente, las siguientes cuestiones:

1. Que el discurso del Amo contemporáneo nutre al “para todos” con individualismo mercantil que impregna al propio Estado y sólo deja un “subdesarrollo” amontonado en su plus de gozar para los excluidos.

2. Que la miseria no es privación de las necesidades materiales sino estar a solas con el plus de gozar frente al eclipse de lo Simbólico.

3. Que lo Común no es la homogeneidad de lo mismo sino por el contrario, el lugar de la Diferencia, lo que hay en Común si surge, brota de la No relación sexual.

4. Que la homología entre plus de goce y plusvalía no vale para justificar y naturalizar la explotación de la fuerza de trabajo bajo la forma mercancía, la homología entre plus de goce y plusvalía en todo caso sí pone en cuestión la cancelación histórica definitiva de la plusvalía.

5. Pretender naturalizar la explotación con el pretexto de que no hay “justicia distributiva” es un rechazo de la Diferencia Absoluta. Que no haya justicia distributiva, tal como lo formula Lacan implica más bien que en el colectivo, en lo Común, siempre existirá una dimensión que es irreductible para el cálculo del valor. Es tal vez, un deber del psicoanálisis proteger ese lugar.

6. Siempre se me podrá sugerir que el analista debe cuidarse de proferir su ideología política o social, en definitiva, no pavonearse de sus significantes amos, y esto es así y pertenece a la lógica de la Dirección de la Cura. Sin embargo, la “Ideología” retorna en todos, muchas veces incluso a través del uso de fórmulas lacanianas que van dejando como sedimento un tipo de argumentación inspirada en un nuevo estilo de conservadurismo laico, o en un cinismo lúcido, o un relativismo irónico. Pero si se si se trata de operar sobre lo real en la Cura, una vez más se debe plantear el problema acerca de cómo el “Fundamento ausente”, se vuelve Causa.

Asumir como Causa el “Fundamento ausente” de la No relación, puede ser la condición para que una Escuela sea una base de operaciones del Malestar en la civilización.

7. Las “regulaciones” del Estado no son ya “sociales” ni de “izquierda”, se enmarcan en la estrategia neoliberal donde el Estado es ya un instrumento de la mutación de la Ciencia en Técnica, entendiendo por Técnica aquello que pone a todos los parlêtres a disposición de una Voluntad circular, acéfala e ilimitada.

En razón de esta encrucijada que describo, frente a la propuesta de pensar la Soledad del Analista, es que intento afirmar que la Soledad puede ser el mejor camino para pensar lo Común. Después del discurso analítico no hay Común sin Soledad. Después del discurso analítico, la izquierda no puede seguir capturada en un fantasma de oblatividad. Después del discurso analítico, la izquierda no puede ser ni utópica, ni revolucionaria, ni progresista, su tiempo será el del “Futuro anterior” y su propuesta colectiva nunca puede ser de reconciliación y sin sinthoma.


Sé que muchos estarán pensado que este es un desvío irrelevante para nuestra práctica, y que esta tensión personal que me permito describir es un mero error de perspectiva con respecto a nuestra práctica.

Pero es en mi propio análisis donde supe del peso de determinadas herencias y legados y lo que tenía que intentar hacer con ellos.

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