jueves, septiembre 24, 2009

Presentación de Para una izquierda lacaniana... de Jorge Alemán

Por Paula Biglieri

Lo primero que quiero decir es que la lectura de estos textos me provocó alegría enorme y esto es por varios motivos:
1) Para quienes trabajamos en las ciencias sociales desde el campo del posmarxismo -proyecto teórico en donde se inscribe el libro de Jorge- este texto es un aliciente.
Quienes trabajamos en el campo del posmarxismo en las ciencias sociales solemos ser muy marginados, por un lado, por el main stream de nuestros colegas. Se nos acusa de hacer algo así como un estudio “esotérico”, poco científico, nada serio porque no ofrecemos cuantificaciones palpables (ya ven no contamos votos, ni partidos políticos, ni individuos, ni nos preocupamos por los sistemas de partidos o los sistemas electorales), tampoco les ofrecemos trabajos cualitativos que le den un análisis de la realidad “tal cual es”.
También solemos ser cuestionados desde el campo psicoanalítico. ¡¿Cómo se nos ocurre tomar elementos del psicoanálisis para hacer una lectura de la política?! El psicoanálisis sólo para el diván, para la clínica. ¡¿Cómo se nos ocurre hablar de Freud y Lacan sin ser psicoanalistas?! ¡Toda una herejía!
En todo caso, la pregunta que viene de un lado o de otro es: ¿qué tiene que ver la política con el psicoanálisis? Jorge en este libro nos da una magistral respuesta a este cuestionamiento.
2) La respuesta que nos da Jorge a esta pregunta, además nos deja ver la potencia subversiva de la lectura política del psicoanálisis.
Porque, por un lado, nos permite alejarnos del individualismo metodológico. Nos ofrece la posibilidad de no pensar ya ni en términos meramente individuales, ni en términos de contrato, ni en términos de costos-beneficios.
Mientras que, por otro lado, también nos permite repensar el marxismo y su concepción de las relaciones sociales y de esta idea de que existe una lógica teleológica que las subyace y que es capaz de explicar la totalidad del devenir histórico.
En todo caso, la lectura política del psicoanálisis que nos propone Jorge nos permite escapar de estas dos posturas que afirman poder saber o, más bien conocer, perfectamente cómo son las cosas de manera transparente y, en todo caso, si hay opacidad suponen que esta puede ser eliminada.
3) Pero Jorge en este libro nos dobla la apuesta y sostiene una lectura política del psicoanálisis de izquierda, nos habla de la “izquierda lacaniana”.
Jorge describe muy precisamente los argumentos que, en términos generales, han llevado a los psicoanalistas a adoptar posiciones conservadoras.
Y, al hacer esto, se desmarca de la posición autoritaria del liberalismo. Vale aclarar que no se trata de una posición azarosamente autoritaria, es decir, de que algún liberal malinterpretó los principios de la doctrina; sino que el autoritarismo es un rasgo distintivo del liberalismo en la medida en que pretende ceñir a la política a determinadas instituciones (fundamentalmente el parlamento) de manera que no invada el “ámbito natural y espontáneo” que se dan los seres humanos que es el mercado. En otras palabras, los liberales condenan, tapan o reprimen cualquier “perforación del orden simbólico”, le tienen terror a la irrupción de “lo político”, de lo real. No vaya a ser que se modifique el status quo.
Y Alemán también toma distancia de la amenaza totalitaria que puede llegar a encerrar el socialismo clásico, en la medida en que anida en su seno la pretensión de lograr una sociedad reconciliada en la que se extinga tanto la política y como lo político al haber eliminado todo antagonismo, es decir, toda posibilidad de “perforación de los simbólico” por parte de lo real.
¡Cómo si alguna de estas posiciones fuera posible!
Jorge nos plantea una tercera posición. Para acompañar el chiste del filósofo que mencionado en el texto “Lacan y Perón un solo corazón”, me tiento y digo: ¡Ni yanquis, ni marxistas, peronistas! ¡Y peronistas de izquierda! Nacional y popular.
Pero entonces, ¿cuál es la posición de la “izquierda lacaniana”? Es la posición que, como dice Jorge, supone que “la ausencia de la posibilidad de la plenitud lograda para el colectivo social no es un déficit, sino que es esa ausencia de plenitud la que permite pensar una transformación imprevisible, siempre pendiente (…)”. Allí yace la posición radicalmente democrática de la “izquierda lacaniana”, cito a Jorge: “concebir a ese evento real, como el hecho “político” sobre el que un saber hacer con la política puede dirimirse de un modo distinto a como lo hace la actitud conservadora y defensiva que promueve el miedo por aquello desconocido que puede llegar con el acontecimiento”.
Posición radicalmente democrática porque no supone ni el conservadurismo autoritario liberal, ni la amenaza totalitaria del marxismo clásico, que ya saben de antemano cómo son las cosas y obturan sentidos y buscan cerrar cualquier posibilidad que se abra y no se ajuste a su libreto.
Por eso hace falta dejar de lado el progresismo en el sentido de que implica cierta teleología, un ya saber a donde vamos anticipado. La noción de utopía porque encierra la idea de la sociedad reconciliada, ya que esto supone un orden simbólico completo, sin antagonismos. Y también la noción de revolución que implica, a la manera socialista, hacer tabula raza y arrasar con todo lo que hay y comenzar de nuevo, con las consecuencias que este tipo de posturas trae.
La “izquierda lacaniana” supone esta posición de estar abiertos a las posibilidades de cambio que puede traer la irrupción de lo real.
4) Quisiera, mencionar algo que está absolutamente vinculado con lo anterior y se trata de la decisión.
Nos dice Jorge: “la izquierda lacaniana es entre otras cosas un modo de volver a poner en cuestión el valor de la decisión, cuando se toma desde un fondo indecidible y sin garantías. Esto también implica indagar qué es una decisión en política, especialmente cuando esta no remite al campo del cálculo utilitario de semblantes, o dicho de otra manera, cuando se trata de una decisión que no está de entrada promovida y amparada por el discurso del amo”.
Y es justamente, esta falta de garantías (que sí tienen los liberales y los marxistas clásicos) la que evoca un llamado a involucrase en lucha políticas. Porque cómo no tenemos nada garantizado, cómo no sabemos de antemano cómo van a ser las cosas, cómo esa irrupción de lo real puede salir disparada para cualquier lado, es que hay que militar.
Jorge nos dice que: “Tal vez, la izquierda lacaniana desde su causa perdida pero efectiva, solo pueda encontrar su figura conveniente en la del “guerrero aplicado”, aplicado no sólo por hacer lo que tiene que hacer, sino porque no necesita previamente recurrir al seguro de garantías”.
“Causa perdida”, claro que sí, porque sabemos que en todo caso siempre vamos a perder. Perder porque siempre faltara algo, sobrará aquello, tendremos excesos, en pocas palabras, siempre habrá un real insistiendo, aquello que no cesa de no inscribirse. Nunca podremos reconciliar el orden simbólico, hacerlo completo, ni tampoco podremos reprimir, tapar lo real. Por eso, siempre es una causa perdida.
Pero esta causa perdida tampoco nos posiciona como partidarios del éxodo a la manera de Hardt & Negri o Virno, ni tampoco a exaltar el acontecimiento a la manera de Badiou. Porque para que el acontecimiento sea acontecimiento hace falta una lectura a posteriori, el estatuto del acto es retroactivo, el acto implica la inexistencia del Otro, pero también depende del Otro. El acto no garantiza que haya una ruptura entre un antes y un después, sólo si cambia la cadena metonímica el acto es acto, siempre a posteriori. Y para ello hace falta militancia. Por eso no es Badiou, tampoco Negri, ni Virno, ni el genial Derrida. Es Lacan, Alemán, Laclau, Jelica Sumic-Riha.
Retomo una frase de Rancière, este francés quien dice que “hoy en día la denuncia del populismo sella el acuerdo entre los viejos marxistas y los nuevos liberales”. Algo parecido le cabe a la “izquierda lacaniana” no es casualidad que recaigan sobre ésta las críticas por del marxismo clásico y la derecha liberal. Ya que como dice Jorge a partir de la “deshegelización lacaniana del marxismo”, es decir, de la lectura política del psicoanálisis, ha sido posible por ejemplo reivindicar al populismo a la manera de Laclau como posibilidad –siempre fallida- de llevar adelante una práctica emancipatoria (con la irritación que este tipo de articulaciones hegemónicas –el populismo- le provoca tanto a los liberales como a los marxistas clásicos).
Porque esta “deshegelización lacaniana del marxismo” ha hecho posible pensar, cito textual a Jorge: “una transformación parcial aunque no sea corte o ruptura desde la perspectiva de la Totalidad, es a veces la desviación contingente que nos devuelve el camino a la política, entendiendo por política la simultánea experiencia de la posibilidad e imposibilidad de la emancipación. Aquí debemos remitirnos irremediablemente a la lectura que Ernesto Laclau lleva a cabo con respecto al objeto a lacaniano, cuando lo caracteriza como una “parcialidad” (agrego yo: en el caso del populismo se trata del pueblo, en tanto plebs -una parte- que se reivindica como el único populus legítimo) que no pertenece a totalidad alguna, y de este modo encontramos en Laclau una revalorización de lo parcial, que ya no se entiende, ni como mero gradualismo, ni como dimisión frente a la totalidad, más bien como testimonio logrado del carácter inaccesible de la Cosa”.
5) Por último, quiero agradecerte Jorge porque vos sos un “militante, vos sos un “guerrero aplicado”.
Y aquí quisiera traer a colación una frase de un discurso de Jorge Gaitán, aquel líder popular o mejor dicho populista como dice el maestro Laclau, colombiano cuyo asesinato desató el Bogotazo en 1948. Gaitán decía, al dirigirse a su pueblo: “en pie vosotros, los que sabéis sentir y no tenéis la frialdad dolosa de los académicos”.
Tu compromiso militante es un sentir y no tenés la frialdad dolosa de los académicos, frialdad de la que padecen muchos académicos e intelectuales en nuestro país. Obviamente, con la maravillosa excepción de Carta Abierta.
Y esto tiene un valor enorme, inmenso, más aún en los tiempos que corren cuando la amenaza infame de la derecha conservadora y neoliberal vuelve a cernirse sobre nosotros.
Gracias Jorge por este texto, gracias por tener una causa.

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