viernes, enero 13, 2012

RESEÑA

Reseña del libro Adoquines bajo la playa. Escenografías biopolíticas del 68 (Publicado en 2011 por Grama ediciones, Bs. As.) 

Cuerpo político y quinismo

Adoquines bajo la playa. Escenografías biopolíticas del 68 (Buenos Aires, Grama, 2011) recupera dos ideas básicas del archianalizado acontecimiento. En primer lugar, una práctica subversiva radicada en la experiencia corporal. ¿Qué significa esto? Nada más y nada menos que la idea de que todo juicio crítico y toda acción política se hacen, como dirían Gabriel Marcel y Maurice Merleau-Ponty, encarnados. Todo contexto y toda situación es una red de vinculaciones afectivas con un espacio social significativo y una biografía. Sobre ellos elaboramos un discurso que, a veces, los expresa, en la mayoría de ocasiones sólo traduce nuestra experiencia, como diría Passeron, con muchos eclipses. Los discursos establecidos, el personaje que la realidad nos demanda -y que nosotros representamos-, suelen hacernos decir lo que no sentimos y actuar como no queremos. Volver al cuerpo, por lo demás, nada tiene que ver con la espontaneidad y sus correlatos narcisistas: consiste en recuperar esas capas significativas y, aunque sea difícil reactivarlas completamente, intentar, cuando hablamos y actuamos, ser justos con ellas. Entre las virtudes de este libro se encuentra comprender bien, con las buenas lecturas de Jorge Alemán y Sergio Larriera, qué podemos derivar en política de la experiencia psicoanalítica. Una política corporal tiene poco que ver, nos dice Germán, con el strip-tease expresivo, sino con la exigencia de una palabra más pesada y menos autosatisfecha.
Con razón, rechaza Germán, las visiones apocalípticas de Mayo tipo Houellebecq. Pero, sin embargo, no en todo hay distancia y me gustaría leerle algo más pausado al respecto. El culto al yo, el odio al Estado y la espectacularización de la vida es, dice Germán, lo que ejemplifica Sarkozy y, a su través, "el falso cliché vitalista" de Mayo del 68. Efectivamente, una política encarnada sabe que el yo es, en parte, un constructo del que solo trabajosamente emerge la novedad (y que esta no siempre es emancipatoria); que existimos como individuos gracias a que la cooperación colectiva compleja y anónima (la solidaridad orgánica de Durkheim) nos proporciona un don anónimo: de generaciones muertas que contribuyeron a la caja común de la seguridad social, de individuos que sin conocernos nos ayudaron a nacer porque creían que, con su acción anónima, servían, en los hechos, a la razón común; que, para terminar, una vida comprometida es una vida modesta que sabe que sólo con los próximos, en la gestión cotidiana de nuestra experiencia, puede plantearse una acción política eficaz y honesta: la política, recuerda Rancière, no se juega en la pureza religiosa del fanático con sus sospechas mórbidas y sus ansias de depuración eterna, inagotable, inacabable. La idea del "enemigo objetivo", que incluso parasita los debates en nuestro 15M, muestra cómo la política degenera -me lo explicaba Antonio Campillo hace unos días- en contacto con categorías religiosas. Desgraciadamente, el stalinismo no tenía la exclusiva: aún cuando es anecdótico el fenómeno persiste. La política transformadora aparece cuando emerge lo igualitario en lo jerarquizado, lo común en lo privado: cuando hablamos en una asamblea o nos rebelamos contra una institución o contra un compromiso vergonzante, pero también cuando limpiamos el polvo, nos preparamos una clase o cuando nos resistimos a que la envidia nos impida admirar lo que es mejor que nosotros.
La segunda idea del libro, coherente con la primera, es la defensa del quinismo frente al cinismo. El quínico, explicaba Sloterdijk, se expone en un cara a cara desventajoso, consciente de que no hay más escondite que la indignidad. El cínico, por el contrario, es aquel que, sin creer en lo que hace, desea sacar provecho. Germán identifica la buena herencia de Mayo (porque ¿quién tiene la buena clave de la historia?) con el quinismo; la primera es el agua en la que nos bañamos a diario y gracias a la cual nada nos escandaliza. Estoy de acuerdo con él pero hay algo de lo que se olvida que también es herencia de la subversión de Mayo: de la violencia de los grupúsculos, de la saña pastoral de los demagogos (que convirtieron en un infierno la vida militante), de las oportunidades políticas que representó la revuelta y de cómo las estupideces se imponían por decirlas alto, fuerte y repetirlas mucho. Si nuestro mundo odia la experiencia política, si quiso olvidarse de ella, si abrazó lo sublime de Ikea, no ha sido solo por malas razones. Germán, con Foucault, recuerda que la liberación de la opresión, siendo titánica, es más fácil: no caer en otra nueva -y hasta peor- es tan difícil como raro. Germán, que ha asumido, y no solo ahora, el riesgo del compromiso, lo comprueba y lo comprobará. Ojalá que desde esa experiencia germinen muchos libros como este. Permitirán que nos acompañemos en el camino y, sobre todo, a que se forme una sensibilidad común que permita que otros, con quien todavía no podemos encontrarnos y que son nuestros conciudadanos, quieran enseñarnos con su presencia.

lunes, febrero 14, 2011

COMENTARIO: Los descarriados. Clínica del extravío mental: entre la errancia y el yerro


Emilio Vaschetto. Buenos Aires. Editorial Grama. 2010

Un libro como escritura de un analista para hacer par con los “casos de urgencia”, “para estar a la altura de esos casos”, es lo primero que surge al reconocer el estilo de Emilio Vaschetto.
Las vastas y pertinentes referencias a la psiquiatría clásica, la literatura y la religión acercan su texto a una obra abierta. Su estilo desacartonado permite la fluidez en la lectura, un plus que se agradece.
El tema central: la errancia; el punto de la obra de Lacan que hace de plomada: el Seminario 21 “Les Non-Dupes Errent” ó “Les Noms Du Pére”. Equívoco que remite, como sabemos, al errar de los no-incautos y a la pluralización de los Nombres del Padre. Bien, intentaré hacer una pequeña semblanza, con apoyo en la literatura, de dos puntos cruciales que marcan el recorrido.
Comienza Mujica Lainez su cuento “El vagamundo”: “Llegó a Buenos Aires hace cuatro días, sólo cuatro días, y siente que no podrá quedar aquí mucho tiempo. El amor, su viejo enemigo, le acecha, le ronda, le olfatea, como un animal que se esconde pero cuya presencia adivina alrededor, con uñas, con ojos ardientes. (…) Su vida monstruosa ha sido eso: partir, partir, partir en cuanto el amor alumbra.”[1] Manucho describe al judío errante mediante una suerte de punto de imposible: el amor; figura de errancia intemporal que Lacan vinculará en aquel seminario con la forclusión del Nombre del Padre. Sin embargo la cuestión, y en esto se advierte el alcance del texto de Vaschetto, no se agota allí, sino que en la línea del “nombrar para” que dice allí mismo Lacan, se presentan otras variantes del modo de amar así como maneras del psicoanálisis en la psicosis que desandan los caminos de las estabilizaciones y los anudamientos.
La segunda referencia es al “Pierre Menard, autor del Quijote” de J.L. Borges. Recordemos que aquí Borges propone el tema de una imposible y “total identificación con un autor determinado”[2]. No es el lugar este de un análisis del cuento sin embargo no estaría demás destacar que la estructura del relato apunta a lo que María del Carmen Rodriguez llama vertiente egocida en la obra borgeana, que da cuenta del Yo especular, destacando la fijeza del nombre y del sujeto como vacío.
No obstante, es importante recalar en algunos “pequeños detalles” a la hora de revisar el Pierre Menard. Por ejemplo; utiliza sólo dos letras mayúsculas iniciales en palabras que no son nombres propios, estas son: Error y Memoria. De la segunda tenemos una suerte de subversión en el relato al hacer a “la historia, madre de la verdad”, asunto que la ubica del lado del medio-decir. Pero de la primera, no volvemos a encontrar referencias, ni siquiera por asociación. Es por ello que entiendo puedo sumar otro detalle, y es el índice anagramático en el nombre Pierre, cuya última sílaba remite directamente a la palabra “yerro” en francés: “erre”. Recordemos el origen francés del nombre del autor y de muchos de los títulos de sus obras. Si esto es así, considero se puede leer todo el Pierre Menard como una gran perífrasis del “chavalier errant”, en tanto que “errante” o “itinerante” como dice Lacan en su Seminario y remarca Emilio en su texto, salvando la etimología iterare que acerca el término a la repetición. En la misma dirección va la referencia de Borges al Bateau Ivre de Rimbaud, que destacan también Germán García y Gustavo Dessal en la presentación y el epílogo de “Los descarriados”.
Es entonces que haciéndonos evidente el exilio respecto de la relación sexual, Emilio deja una suerte de brújula: “¿Qué nos orienta, o mejor qué no engaña en la errancia? El síntoma”[3]. Lo cual podemos poner en serie con aquella sugestión con la cual Lacan cerrara su seminario: “Pero eso es quizás en ese andar (erre) –ustedes saben esa cosa que tira allí cuando el navío se deja botar- que podremos apostar a encontrar lo real”[4], en contraposición a esa poca realidad, en apariencia tan segura de su norte, que es el fantasma.
Bon Voyage!

Gastón Cottino*



[1] Mujica Lainez, M. “Misteriosa Buenos Aires”. Buenos Aires: Debolsillo. 2008.  p 238
[2] Borges, J.L. "Ficciones”. O.C. Tomo I. Buenos Aires: Emecé. 1989. p 446.
[3] Vaschetto, E. “Los descarriados: Clínica del extravío mental: entre la errancia y el yerro”. Buenos Aires. Grama. 2010. p 77.
[4] Lacan, J. “Seminario 21” p 191. Inédito.
* Psicoanalista. Miembro de la Asociación Cuyana de Estudios Analíticos. Integrante del Instituto Oscar Masotta, Mendoza – Argentina.

miércoles, diciembre 08, 2010

El amor es vacío de Luis Darío Salamone


Comentario de Silvia Tendlarz

El amor da que hablar: sus encuentros y desencuentros, su instantaneidad en ciertas ocasiones, sus enrancias y extravíos en otras, para lo mejor y para lo peor de la comedia de la relación entre los sexos, tal vez para recordarnos que el amor no es más que una mezcla de azar y de destino.
Una vez más nos encontramos frente a lo que se escribe acerca del amor. Esta vez con la sutil pluma del libro de Luis Darío Salamone titulado El amor es vacío.
Curioso título. Con tantas palabras para decir el discurso amoroso se podría suponer que es más bien pleno: colmado de significaciopnes que lo califican como cortés, apasionado, desventurado, apenas “un rayo de luna” que enlaza el objeto al semblante, e incluso eclipsadamente enigmático. A partir de una cita de Lacan al pasar, Salamone sitúa como contrapunto a esta multiplicación de sentidos el vacío, la falta asociada a la experiencia amorosa. Porque, como dice Luis Salamone en su libro, “plantear que el amor es vacío es una forma de denunciar los espejismos, a la vez que capta una dimensión del amor que suele permanecer aplastada”.
En el juego de pasiones es resaltado el “dar lo que no se tiene”. Y con ello la evocación a la célebre interpretación freudiano del valor que cobra aquello que se pierde en un regalo. El autor se propone entonces explorar rigurosamente los matices que cobra el don de amor. Recorre entonces con soltura los laberintos del amor y del matrimonio en un libro armado a partir de intervenciones de distintas épocas pero que guarda una estructura clara y homogénea. Distingue cinco partes: hablar de amor, soledades, la otra cara del amor, amores locos y un amor al fin. Cinco orientaciones para hablar de un único tema atravesados por una misma orientación.
El amor insiste, pero en una paleta similar a la de una pintura: las pinceladas entretejen la tensión que va del abrazo inicial de la tapa, al laberinto que se dibuja en el abrazo de los amantes de la contratapa.
Las historias de la literatura y del trabajo clínico del autor se suceden marcando singularidades. Todas ellas ilustran, dilucidan, dialogan con referencias precisas de Freud y de Lacan. La soledad del goce, la infidelidad de estructura, la elección forzada del solterón, el amor cortés, las pasiones, la envidia y los celos, con la pareja, con el semejante, y finalmente el amor en la experiencia analítica.
Todo ello ustedes encontrarán en este excelente libro de Luis Salamone que nos enseña a través de sus múltiples recorridos, pero que, sobre todo, con cada paso, nos invita una y otra vez a volver a soñar el amor.


En busca de lo singular, de Gerardo Arenas

Comentario de Gustavo Stiglitz

No hay que poner título a la presentación de un libro que ya lo tiene. Pero no pude aguantar la tentación de titular mi presentación: Un incomparable libro sobre la singularidad.
Es un título con efecto bucle, ya que la singularidad es, justamente, lo incomparable.
Es que la lectura del libro hace sentir eso mismo, que es la búsqueda del autor. Este despliega el tema de la singularidad, en clave muy singular, llevándonos allí adonde falla el matema (JAM)
Cuando Gerardo me dio un ejemplar del libro En busca de la singularidad, le pedí que me lo dedique, que le escriba algo.
Como si no hubiera escrito bastante!!
Será por eso que la dedicatoria fue breve, o digamos, no excesivamente larga: “Querido Gustavo, un libro y un abrazo, Gerardo.”
Bueno, el libro… - lo digo de entrada - cómprenlo, léanlo… no tiene desperdicio, pero el abrazo… ese abrazo también tiene algo singular.
Es el abrazo del amigo, sí, pero también – al menos es lo que experimenté en la lectura vertiginosa en estos días – es el libro el que abraza. Incluso no exagero si digo – hablo de lo que me pasó a mí – que es un libro que abrasa. Quema entre los dedos queriendo avanzar en su lectura. No exagero.
Volviendo al abrazo, me di cuenta de que no era solo el abrazo del amigo, era también el del investigador, el del saber, el de las letras y lalengua.
Es sabido que estoy, como otros, en un período en que la Escuela Una me deposita una función de transmisión – hasta donde pueda – acerca de qué es un analista y de testimoniar sobre la experiencia singular del propio análisis. Estoy seguro de que la lectura de este libro estará presente en los próximos testimonios.
Temo estar escribiendo (hablando) bajo los efectos de lo que se llama en psiquiatría y psicología forense “emoción violenta”.
Pero es que experimenté un verdadero júbilo cuando me di cuenta de que no leía ningún concepto nuevo…epa!!
Pero es que uno hace lazo con la búsqueda del autor, con el ordenamiento de los conceptos y con el valor que le da a cada uno de ellos en los distintos momentos de la obra de Lacan..
Por ejemplo, la relación entre síntoma y estilo – como solemos decir - no es una novedad. Pero plantear las relaciones entre el estilo de escritura en la psicosis y el síntoma, como el punto de partida del proyecto lacaniano – que sería el de constituir una ciencia de lo singular – y afirmar con argumentos sólidos, que la brújula en la obra de Lacan es la localización de la singularidad …eso es otra cosa.
Es tan emocionante leer al comienzo del libro todo lo que se puede extraer de los primeros textos de Lacan – incluso antes de la Tesis!! - como en los últimos capítulos, cuando arriesga a la singularidad como algo más allá de la repetida “orientación por lo real.”
Otro mérito de este trabajo es que nos tiene todo el tiempo a los saltos (de lo imaginario a lo simbólico y a lo real; de la personalidad a la singularidad pasando por la universalidad y la particularidad; de la imago a la identificación, al objeto y al sinthome, podría continuar), decía, nos tiene todo el tiempo a los saltos, pero nos hace saltar en cámara lenta.
Entonces vemos cómo nos vamos despegando del paradigma anterior – o es que éste se va cayendo – cómo vamos en el aire hasta que encontramos nuevos operadores y ya está el salto hecho. Nos va llevando de la mano y nos va mostrando cada paso del recorrido. Cada piedra, cada puente, cada curva, cada precipicio y cada punto firme.
Por otro lado, es muy cuidadoso en detenerse cada tanto – bastantes veces – para recapitular el recorrido que va realizando.Vean si no, el cap 15
Encuentro en el libro una puesta en acto de la causa del deseo. El autor dice que partió de una carencia. Y bien, a partir de dicha carencia construyó una tesis de trescientas páginas, y un trabajo que contagia entusiasmo y nos anima a otros.
Finalmente, pensé, ¿quién es este amigo que nos dice que el proyecto de Lacan – que se mantuvo en toda su obra – fue el de constituir una ciencia de la singularidad?
A ver, les cuento por si no lo saben. Es alguien que viene del campo de la ciencia dura, que es cineasta y que se apasionó por el psicoanálisis.
Por eso es que puede ver y transmitir con tanta claridad y sencillez, que se trata de una ciencia de la singularidad y por eso también nos machaca todo el libro con los “tres plot points” de las películas.
Por último, quiero destacar lo siguiente. Este es de una gran profundidad teórica y clínica a la vez que es de sencilla lectura. Tiene una faceta de “herramienta” para el estudio y la orientación en la obra de Lacan. Pero además, y esto no es poca cosa, es también la construcción de una herramienta política.
En una época en que la homogenización, la globalización, lo universal, están empujando duro a nivel del mercado – y esto incluye al farmacéutico, por supuesto, a las terapias del yo – a nivel de las costumbres y de las políticas …
“La política es el arte de mover los cuerpos”, decía Pierre Legendre. Se pueden mover todos igual, al modo de los esclavos del galeón. O se pueden mover cada uno según su singularidad de goce, única forma de hacer un lazo social digno de ser vivido.

martes, diciembre 07, 2010

En busca de lo singular. Comentario de Ernesto Sinatra


EVOCACIONES

La sospecha de los legos acerca del empleo sugestivo del lenguaje en el psicoanálisis inquietó a Jacques Lacan, es decir que lo obligó a argumentar con sus teorizaciones para responder en qué el lenguaje va más allá del poder “curativo” de la sugestión transferencial, y empujó a sus seguidores a argumentar, a dar cuenta con el saber expuesto de lo producido en la sesión analítica.
En un agregado al apartado final de “La instancia de la letra”[1] Lacan retoma el valor de la teoría de Perelman, quien considera a la metáfora como una función retórica. Más adelante en su enseñanza Lacan habrá de emplear la metáfora y darle un valor princeps en la estructuración de la subjetividad. Al año siguiente de este agregado, lo nombra por segunda y última vez en sus Escritos en “La metáfora del sujeto”[2] (1961):
“Los procedimientos de la argumentación interesan al señor Perelman por el desprecio en que los tiene la tradición de la ciencia”
En este segundo momento Lacan rescata a Perelman para reinsertar a la argumentación dentro del campo del psicoanálisis, por ello critica a los científicos por su trato despectivo hacia la argumentación según el funcionamiento de la tradición escolástica –específicamente la griega ya que en ella la argumentación no ocupa lugar en la productividad discursiva científica: la doxa no entra en la episteme. Lo que inaugura Perelman es una nueva escuela, que se denomina de ‘filosofía abierta’, ‘anti-absolutista’ o también ‘pragmática’ que cuenta con desarrollos actuales muy potentes.
¿Por qué se argumenta? En principio porque faltan procedimientos automáticos de resolución (fórmulas, algoritmos). Es decir que no se puede pensar la argumentación sin el vacío, eso que nunca podrá ser subsumido en ella y que, por eso mismo, constituye la causa de la efectuación argumentativa: el vacío referencial del lenguaje que escribe el significante del Otro tachado .Tal falla del saber indica un llamado a la creación (pero no menos para algunos otros: la inhibición en la escritura).
En segundo lugar argumentar implica tomar una decisión respecto de lo argumentado. La argumentación discursiva se diferencia así de la demostración matemática.
Es en esta vía que cava Lacan el surco con la pragmática de Perelman: se trataba de problematizar la argumentación desde el campo lógico para emplearla desde el psicoanálisis y que se hable en psicoanálisis de lógica de la argumentación indica que deben existir procedimientos de deducción que validen la experiencia analítica.
Esto nos atañe muy directamente ya que si no, ¿cuál es el valor que damos, ya no sólo al dispositivo del pase y a los testimonios sino a las presentaciones clínicas? Por ello Jacques-Alain Miller dedicó un año de su Curso -Donc- para demostrar que la deducción es posible en psicoanálisis a partir de la argumentación. Argumentación, entonces no sin demostración.
Pero una lógica de la argumentación requiere una teoría del sujeto, lo que conlleva una teoría de la decisión y, al mismo tiempo, la introducción de una teoría de la interrogación.
Siguiendo a Michel Meyers he propuesto una lógica de la interrogación a partir de una secuencia: problema–pregunta–respuesta. La tesis es la siguiente: cuando se forja un concepto -en cualquier campo del saber- se escribe una respuesta a un problema planteado por el autor formulado con el instrumento de la interrogación.
Utilizar esta lógica de la interrogación para las argumentaciones nos permitirá ubicar -por ejemplo- por qué está un concepto en determinada página de tal escrito, a qué problema responde; es decir, lo contrario de la repetición automática -y aburrida- de los conceptos. Este intento ‘activista’ de transmitir los conceptos de este modo está en la orientación de proporcionar una llave no sólo para la lectura, sino también para la escucha analítica. El libro de Gerardo Arenas hace uso de este instrumento a partir de un movimiento de dos pinzas: la primera del lector, la segunda: la del autor:
El trabajo de Jacques Lacan con su Escuela nos impulsa a dar cuenta de lo que hacemos en (pero no menos, con, en nombre de) el psicoanálisis para acortar lo máximo posible la distancia entre lo que se dice que se hace y lo que efectivamente se hace. Esto no está garantizado por ningún procedimiento automático de resolución ni tampoco en sí mismo por ninguna Escuela. Al respecto advirtió Jean Claude Milner que podría existir una forma-social-Escuela que perdurara a través del tiempo pero vaciada de los principios que dieron lugar a la Escuela-programa de investigación.
El libro de Arenas se inscribe decididamente en la Escuela-programa de investigación con su decisión de forjar un concepto a partir de reconocer (y hacer reconocer) su pertinencia a lo largo de la enseñanza de Jacques Lacan: lo singular. Veremos el modo por el que lo realiza a partir de las coordenadas que acabamos de localizar.
Como lector -a la letra- del doctor Lacan, Gerardo Arenas rastrea los conceptos que circunscriben la noción de singular en su enseñanza interpretándolos como respuestas sucesivas a una pregunta (¿Cuál es la vía de acceso a lo singular?) que circunscribe un problema: cómo se nombra lo que queda realmente al final de un análisis.
De este modo lee Arenas en Lacan –ahora como autor- el problema del síntoma (deconstruido en la enseñanza de Lacan desde su función significante hasta su estatuto de ex-istente al inconsciente) a partir de la pregunta sobre la eficacia de la experiencia analítica.
¿Cuál es la vía de acceso a lo singular? El libro de Gerardo Arenas se atreve a inicializar con su sello distintivo este trayecto. Por lo que hay a mi entender, al menos dos planos en su exposición.
En primer lugar el recorrido epistémico-clínico con el que anuda de un modo preciso, exhaustivo y elegante los conceptos que le ofician de brújula. Y siguiendo en detalle las referencias de Jacques Lacan apunta a su objetivo: construir lo singular como un concepto fundamental en el psicoanálisis de la orientación lacaniana.
Y en segundo lugar, lo que es aún más sorprendente es el anudamiento político en el que consiste ‘En busca de lo singular’ -y que constituye, a mi modo de ver- lo más original y logrado de su transmisión: la manera que encuentra Gerardo Arenas para inscribir su nombre en nuestra orientación lacaniana; lo logra a partir de realizar lo que sus enunciados demuestran en su texto -el primer plano de análisis al que me referí anteriormente-: que existe una vía de acceso a lo singular y que ella (si bien no puede tal vez ni medio-decirse) bien puede escribirse de un modo sintomático a partir de un análisis concluido. 
Mi hipótesis es que este libro, además, recrea un problema crucial de la política del síntoma en el psicoanálisis[3]: cómo se las arregla cada uno de sus practicantes para contar -y ser contado- realmente de un modo singular en la comunidad analítica -en el lazo social que el discurso analítico ha inventado. Se trata así de una consecuencia mayor de la tensión del universal con lo singular que decido interrogar –como su lector, a mi vez- en estos términos: ¿cómo hace uno para dejar de esperar el reconocimiento del Otro, renunciar a reproducir ‘cito-cráticamente’ los dichos del Otro y encontrar lo singular de una respuesta que permita dejar de obedecer de un modo acrítico al anonadamiento que suele producir en Uno la (finalmente) aburrida repetición del saber petrificado, holofraseado, en el que -ese mismo Uno- ha transformado la enseñanza del Otro?
Arenas responde a partir de una escritura calibrada por la orientación de un análisis llevado hasta su fin. Ésa es, a mi entender, la brújula que corona su estilo singular. Los lectores, sus lectores a partir de ahora, estamos agradecidos a su transmisión.



[1] LACAN, J. : Escritos I – pg. 509
[2] LACAN, J. : Escritos 2– pg. 867
[3] Cito aquí el título de un libro señero para mí de Germán L. García: ‘La política del síntoma’

Comentario del libro “El amor es vacío”. Luis Darío Salamone, por Gastón Cottino

Del latín Amare, derivado de Amable, amabilidad, Amador, Amante, amasia "enamorada", amasiato "amativo", "amatividad". Amatorio, Amor, amorcillo, amorío, amoroso, desamor, desamorado, enamorar, enamoradizo, enamoramiento, enamoricarse. Amigo. Amicus, amiga, amigable…. Términos que fueron naciendo uno a uno y hoy son parte de etimología de una de las palabras tal vez más dichas, gastadas y plenas de la humanidad: el Amor. Sin embargo Luis elige seguir a Lacan y pregonar desde el título que "el amor es vacío". Nos encontraremos con trabajos que se dejan leer con la cadencia propia de la literatura y con un espíritu que lo lleva a buscar en múltiples sitios de la cultura las estructuras propias del fenómeno amoroso, reverso del viejo psicoanálisis aplicado, tal como lo quería Lacan. Así se desandan los caminos de la historia medieval, de la historia del psicoanálisis, pasando por los clásicos del rubro como los amores locos, el donjuanismo, lo soltería (para ambos bandos), el matrimonio, la infidelidad, etc. Siempre vistos a la luz del psicoanálisis, o sería mejor decir a la luz de la experiencia del psicoanálisis, teniendo en cuenta que hay citas del transcurso de ciertos análisis que pueden decir de maravillas la teoría puesta en juego. Y que además, el autor ha atravesado un análisis y lo hemos escuchado dar cuenta de algo de este amor en tanto que vacío, pero también en tanto que invención. Al final conviene dejar sembrado el primer párrafo con la esperanza de que el lector, sea o no psicoanalista, se permita el lento desplegar de su trama amorosa, desamorada, amativa y amigable: "Mis amigos de entonces, cuando nos reunimos, suelen recordar la cara que puse cuando conocí el mar. Al pisarlo, como una forma de recibirme, me trajo una botella con un mensaje. Cuando la abrí entusiasmado y saqué el papel, éste resultó ilegible. El agua había borrado un solitario intento de comunicación. Solo algunas letras permitían adivinar la palabra amor. Sólo algunas letras". Nos queda la posibilidad de ir atentos por las orillas. Una carta, aun dentro de una botella, siempre llega destino, al menos eso nos dice el libro de Luis.