viernes, diciembre 28, 2007

Depresión o urgencia, de Emilio Vaschetto*

Introducción:

La llamada “clínica de la depresión” o de los trastornos del humor nos lleva a transitar un camino siempre pedregoso hacia lo que podría ser una orientación ética dentro del psicoanálisis lacaniano. No se trata de despreciar el significante “depresión” que en sí mismo configura una efectividad en nuestra época, sino tratar de ponderar la matriz de sentido que porta.
¿Existe la posibilidad de coexistencia entre depresión y urgencia?
Dos ejes se contraponen en la presentación del sufriente: un eje sincrónico, el de la angustia, el trauma y la significación enigmática, y un eje diacrónico (el de la vía del sentido, de la respuesta). Mientras que en el primer eje podríamos ubicar la dimensión estricta de la urgencia subjetiva, en el eje siguiente, podríamos ubicar al sujeto como respuesta, pero también situaríamos la vertiente de aquel sentido que funciona para alguien como un modo coagulado de darse un ser. La depresión es un nombre de esa sutura, un autotratamiento que depura la tragedia del deseo.
Será tarea de todo analista, que estuviere advertido de esto, el de traumatizar esa debilidad discursiva, para volver la cobardía una urgencia en la producción subjetiva.


Aburridos o angustiados

En el tratado de psiquiatría de Kaplan y Sadock leemos lo siguiente: “Más que un franco estado de ánimo depresivo, muchos pacientes tienen menor capacidad de disfrutar del tiempo libre y una actitud taciturna irritable, que afectan sus vidas conyugales; sus matrimonios se encuentran en un estado de punto muerto crónico que no conduce al divorcio ni a la reconciliación (…).
Existe una peligrosa idea estereotipada que como el paciente no responde en forma adecuada a los tratamientos convencionales (enfermedad crónica), el trastorno tiene un sustrato caracterológico. La duración prolongada suele inducir al paciente a identificarse con las funciones deficitarias, con la autoimagen de ser una persona depresiva; esto constituye una manifestación cognoscitiva de mal pronóstico y requiere tratamiento antidepresivo enérgico.”
Lo que sorprende de esta respuesta terapéutica es la redoblada apuesta de la orientación actual de la psiquiatría en oponer a la resistencia del paciente, la insistencia en curar del lado del tratante, dando aún mayor consistencia a la posición subjetiva del enfermo.

Tuve oportunidad de comentar un caso de una mujer que había atravesado un estado depresivo importante, atribuido en principio, a la separación con su novio. Ella decía que él la había dejado sin darle las razones. Construye en análisis, gracias a las intervenciones de su analista, la frase “me sale la tanada” en referencia a las peleas con los hombres. Esta frase que la responsabiliza se convierte en amenaza en vistas de un reciente encuentro con un hombre (que opera como coartada para olvidar a su amor actuando la condición del tercero perjudicado). Sin embargo pudo colegirse, en esta instancia –y gracias a la angustia- que la dimensión de pérdida estaba ubicada en un amor infantil prohibido: su hermano mayor había muerto hacía unos años pero no había sido recordado hasta entonces. La ta-nada condensa tanto la pérdida, el duelo por los hombres como la furia del lenguaje que bordea un vacío en el encuentro con el otro sexo, la nada.
Así, debiéramos preguntarnos, en la tristeza que exterioriza el sufriente, cuál es la experiencia íntima de la pérdida o del estupor de existir antes de clasificarlo dentro de la anómica categoría de trastornos del humor.
En la última lección, del seminario de La angustia , Lacan comenta que él ha intentado de manera original realizar una precisión sobre lo que es el peligro vital (!)
“la angustia se manifiesta sensiblemente relacionada de forma compleja con el deseo del Otro ... no sé qué objeto a soy yo para dicho deseo ... pero esto solo vale a nivel escópico”
De ahí, dice Lacan “la fábula ejemplar en la que el Otro sería radicalmente otro, la mantis religiosa de deseo voraz con la que no me vincula ningún factor común.
En el deseo escópico desarrollado en su alineación fundamental, el objeto a está más enmascarado y por lo tanto el sujeto está más protegido respecto de la angustia.
Y aquí es donde Lacan da las claves para una orientación a seguir en la clínica y es la de “buscar en otra parte [en otra parte que la de la alineación fundamental que le da el marco a la realidad psíquica] buscar en otra parte la huella del a en cuanto al momento de su constitución” .

Usos del tiempo en la depresión y la angustia

Matamos el tiempo y nos abrurrimos hasta la muerte (T. Mann en La montaña mágica)

No nos queda más que aburrirnos o aburrir (Lord Byron Don Juan)

El tedio es un privilegio del hombre moderno. Antes del Romanticismo, se presentaba como un fenómeno marginal, privativo del clero y la nobleza. De ahí que el tedio fuese símbolo de cierto abolengo durante mucho tiempo. Ciertamente incluye siempre un elemento crítico, en la medida en que es expresión de una profunda insatisfacción, bien ante una situación dada, bien ante la existencia como un todo.
El incremento en los índices de tedio significa una deficiencia grave en la sociedad o en la cultura como instituciones portadoras de sentido. Paralelamente hay una industria del ocio y del consumo. ¿No es un claro indicio de la propagación del tedio?

El incremento en los índices de tedio significa una deficiencia grave en la sociedad o en la cultura como instituciones portadoras de sentido. Paralelamente hay una industria del ocio y del consumo. ¿No es un claro indicio de la propagación del tedio?
En una época cuyo destino cínico no hemos logrado calibrar en su totalidad, la búsqueda y la exigencia de satisfacción por un lado y la insatisfacción por otro, son dos extremos ligados de forma irremediable. Cuanto más central resulte el aspecto individual de nuestra existencia, tanto más intensa será la exigencia de sentido en las trivialidades diarias.
Una persona que invierte cuatro horas diarias ante el televisor no tiene por qué estar aburrida pero por otro lado, ¿cómo se explica que consuma el 25% de su tiempo de vigilia ante el televisor?

Hipótesis

Habría dos vectores en relación al trabajo en PAUSA: uno progrediente que va desde la verdadera urgencia subjetiva en la cual aquél que padece de la ausencia de referencias (angustia), en presencia, pueda inventarse un Otro a medida que aloje lo asemántico pulsional; mientras que en la presentación depresiva, el vector retrogrediente, nos orientaría más bien en la provocación de una urgencia en el límite del decir, para que el paroxismo del deseo instaure un bien decir .
Es un hecho clínico que muchos sujetos, que en un tiempo presentaron fenómenos de angustia sin acudir al encuentro con un analista, al lograr este cometido luego de un tiempo lo hicieron bajo la máscara depresiva. Esto es lo que llamo un autotratamiento.
Por el contrario, tenemos en la verificación clínica del trabajo de B. Houssay , la aventura de una sujeto que pasa de un estado depresivo provocado por su alienación al Otro familiar (padre) a un modo de separación que inaugura el enigma del encuentro –siempre angustiante- con el otro sexo. La presencia del analista provoca la aparición del trauma sexual, como un modo de separación diferente (cortes).
Hay entonces, un antagonismo necesario entre urgencia subjetiva y depresión, siendo la depresión - en muchos casos- la manera en que la cobardía moral responde a la angustia .



NOTAS

1 Podríamos esquematizar un contrapunto de esta manera (mi programa de investigación):

DEPRESIÓN ANGUSTIA

Consistencia imaginaria (carácter) Desfallecimiento imaginario
E del E 2do tiempo de Pegan a un niño
Impedimento o petrificación del cuerpo Fragmentación corporal
Un modo de goce Lo imposible de gozar
suspenso de la causa del deseo emergencia de la causa de deseo
Etica Etica
Embotamiento o adormecimiento ste. Una verdad que despierta, que produce horror
Donde no todo es ste.
i (a) amor narcisista a amor melancólico
Diacronía Sincronía
No hay urgencia Urgencia subjetiva

2 El francés ennui y el italiano noia, ambas emparentadas con el latín inodiare (odiar o detestar), a través del provenzal enojo, pueden retrotraerse al s. XIII. Sus componentes semánticos son consustanciales con los de acedia, la melancolía y la tristeza en general. También el inglés spleen (s. XVI)
3 “¿En qué tiempo, si es que puedo decir “tiempo” (admitan que este término infernal solo se refiere por ahora al nivel sincrónico), en qué tiempo este sujeto se ve afectado por la angustia? En la angustia, como les dije, el sujeto se ve afectado por el deseo del Otro (…) Se ve afectado de una manera inmediata, no dialectizable. Por eso, la angustia es lo que no engaña en el afecto del sujeto”. Introducción a los nombres del padre, J. Lacan, págs. 69-70, ed. Paidós, 2005.
4 HOUSSAY, Bernadette, El oscuro corte y el colorido deseo, Jornadas anuales de PAUSA, Diciembre de 2007.
5 Hipótesis vertida en la mesa debate organizada por el IOM-CID Junín “Depresiones y angustia”: Ignacio Penecino y Emilio Vaschetto, 5/5/07.

Trabajo presentado en las Segundas Jornadas de PAUSA, diciembre de 2007.